
Hace unos años, después de una vida llena de aventuras desenfrenadas, desorden sentimental, financiero y sexual, decidí casarme así que junto con mi esposa nos fuimos a vivir a un barrio tranquilo, cerca al centro de la ciudad. Ya instalados en nuestra residencia, empezamos a entablar amistad con nuestros vecinos y entre ellos Milena, la esposa de uno que casualmente había sido compañero mio de estudios en la secundaria, por lo que no tardó en calar bien con mi esposa.
Milena estaba embarazada, en ese tiempo quizás con unos 5 o 6 meses de gestación pero aun así era una mujer de mucho talante siempre dispuesta a trabajar y hacer de su hogar algo bueno. Su esposo sin embargo, pese a ser un hombre inteligente y sobresaliente en los estudios, tenia ciertos defectos que apocaban su buena imagen ante ella siendo por ejemplo adicto al juego, bebedor, mujeriego y por todos estos detalles, desatendía a su esposa.
En mi caso, ya había pasado por esa etapa con relaciones anteriores y mi disposición esta vez era otra, tratando de hacer todo lo que se necesitara para que mi hogar funcionara es decir, me mantenía atento a no caer en esos mismos vicios.
En muchas ocasiones Milena venia a visitar a mi esposa, hablándole de su negocio pues tenían un pequeño restaurante que atendía personalmente o de otros temas como por ejemplo, lo feliz que se sentía por su embarazo pero nunca le mencionaba los problemas de pareja que tenia con el esposo, contrario a lo que si hacia conmigo pues empecé a notar que en cuanto quedábamos solos y tenia la oportunidad de hablarme en privado su tema siempre era lo desatendida que la tenia el vecino, sus problemas de adicción al juego, su alcoholismo, otras mujeres y en fin, todo aquello que según me decía iba matando su interés por el. Yo, precavido y respetuosos trababa de mantenerme al margen en silencio pues era mi amigo si es que se le podía llamar así, porque nuestro vinculo en el colegio fue meramente de compañeros mas no de confianza, pero temía que si yo comentaba algo en su contra, ella después fuese a decírselo y el que quedaría mal entonces seria yo.
Así pasaron un par de meses y nuestro lazo como vecinos se fue fortaleciendo mientras que su hogar empezó a decaer pues al parecer el esposo tenía otra mujer y el tiempo que Milena pasaba sola era tremendo, dedicándose como siempre a atender su negocio pero una vez quedaba desocupada, entraba en depresión por la tristeza que le causaba esta situación. En mi caso, también empecé a experimentar problemas con mi esposa que extrañaba a su mamá, su papá y en general pareciera que no había podido desprenderse de ese cordón umbilical que al momento de casarse debe pasar a un segundo plano, por lo que viajaba constantemente a visitarlos y se quedaba con ellos uno que otro fin de semana mientras que yo por razones de trabajo me quedaba solo en la casa.
Uno de esos fines de semana, después de terminar sus labores en el pequeño restaurante, Milena tocó el timbre de mi casa preguntando por mi esposa que casualmente había viajado el día anterior y pude notar en su rostro el desanimo al comunicarle que no se encontraba. Aun así, me comentó que no sabia que hacer con su situación y que buscaba pasar un rato conversando con ella para olvidar temporalmente sus penas. Ante eso, retiré el candado, abrí la reja y la invité a que entrara a la sala y se sentara pues yo también estaba libre y podía escucharla y ayudarla a liberarse momentáneamente de su tristeza.
Entrando en conversación, ya con la confianza del tiempo que teníamos siendo vecinos y todo lo que por su propia boca ya sabia de su relación, me comentó algo que me dejó atónito. Entre risas me confeso que un par de noches atrás, había tenido un sueño erótico conmigo y que por su intensidad despertó en medio de las contracciones de un muy fuerte orgasmo. Yo, impávido ante aquella declaración no sabia como reaccionar, si mantenerme en silencio, tirarme sobre ella abrazándola y besándola o cambiar el tema de conversación. Entonces, me arriesgue a tomar su mano disfrazando mis ganas lujuriosas con un gesto de apoyo desinteresado y poco a poco, en medio de palabras, risas y la seguridad de estar solos, finalmente la traje a mis brazos buscando su boca y dándole un fuerte beso que se mantuvo todo el camino desde la sala hasta la alcoba principal donde con afán nos abalanzamos a la cama matrimonial, le subí la falda y me metí entre sus piernas y algo mas allá, al mismo tiempo que besaba sus senos, su boca, su cuello.
Sentirme dentro de ella fue la experiencia mas deliciosa que he podido experimentar por tres razones fundamentales. La primera, algo que muy seguramente se relaciona con su estado de embarazo y es la elevada temperatura de su vagina, un calor abrazador que me llevó al éxtasis sostenido de inmediato. Lo segundo, húmedo como una fuente, con un olor penetrante pero agradable al morbo, excitante y estimulante de placer. Y finalmente, la tranquilidad de poder descargar todo mi semen dentro de ella al mismo tiempo que se desbocaba en contracciones orgasmicas al poder haber hecho realidad su fantasía del sueño erótico que conmigo había tenido, sin ninguna preocupación de embarazo pues era precisamente ese el estado en el que se encontraba.
La felicidad en ese momento......EXISTIO¡